Oremos en Familia

San Óscar Romero (24 de marzo)

San Óscar Romero (24 de marzo)

Óscar Arnulfo Romero nació en 1917 en Ciudad Barrios (El Salvador). De familia humilde y segundo de ocho hermanos, después de la escuela estudió para carpintero; pero más que carpintero quiso ser sacerdote, así que a los trece años ingresó al Seminario menor claretiano. El día de su ordenación sacerdotal, 4 de abril de 1942, escribió en su diario: “Deseo ser una hostia para mi diócesis”. Casi una profecía de cuál iba a ser su destino. En 1977 fue nombrado Arzobispo metropolitano de San Salvador. Los tres años de la vida de Romero como arzobispo de la capital salvadoreña son su calvario y el culmen de su misión. El 24 de marzo de 1980 fue asesinado por un francotirador frente al altar donde celebraba Misa. El Papa Francisco, declarándolo mártir por odio a la fe, lo proclama beato en febrero de 2015. Su canonización tuvo lugar el 14 de octubre de 2018 en la Plaza de San Pedro.

Anunciación del Señor (25 de marzo)

Anunciación del Señor (25 de marzo)

En Roma se celebra a partir del siglo VII. Al ser una fiesta ligada al Señor Jesús y a su entrada en la historia, el nuevo orden litúrgico prefirió nombrarla con el título de "Anunciación del Señor" -en lugar del más popular “Anunciación de María”-. La solemnidad de la Anunciación del Señor es una fiesta navideña, aunque esté fuera del tiempo de Navidad: nueve meses antes de su nacimiento, tiene lugar la encarnación de Jesús en el seno de la Virgen María.

Oración para Aprender a Amar:

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida; Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua; Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor. Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo; Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro; Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado. Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos; Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos. Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión; Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender; Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona. Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos; Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo. Santa Teresa de Calcuta

Oración a las Almas del Purgatorio:

“Padre Eterno, yo te ofrezco la preciosísima sangre de tu Divino Hijo, Jesús, en unión con las santas misas celebradas hoy en todo el mundo, por todas las Santas Almas del Purgatorio, por todos los pecadores en todas partes, por los pecadores en la Iglesia universal, para aquellos en mi propia casa y también dentro de mi familia. Amén.”

Oración de Protección:

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.

Oración para la Comunión:

Alma de Cristo, santifícame. Cuerpo de Cristo, sálvame. Sangre de Cristo, embriágame. Agua del costado de Cristo, lávame. Pasión de Cristo, confórtame. ¡Oh, buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti. Para que con tus santos te alabe. Por los siglos de los siglos. Amén.

Plegaria del Padre Pío para Después de la Comunión:

Has venido a visitarme, como Padre y como Amigo. Jesús, no me dejes solo. ¡Quédate, Señor, conmigo! Por el mundo envuelto en sombras voy errante peregrino. Dame tu luz y tu gracia. ¡Quédate, Señor, conmigo!
En este precioso instante abrazado estoy contigo. Que esta unión nunca me falte. ¡Quédate, Señor, conmigo!
Acompáñame en la vida. Tu presencia necesito. Sin Ti desfallezco y caigo. ¡Quédate, Señor, conmigo!
Declinando está la tarde. Voy corriendo como un río al hondo mar de la muerte. ¡Quédate, Señor, conmigo!
En la pena y en el gozo sé mi aliento mientras vivo, hasta que muera en tus brazos. ¡Quédate, Señor, conmigo!